Una colosal isla de basalto aislada de todo, que emerge 1000 metros del entorno de la estepa que la rodea. Con una superficie casi equivalente a Bélgica pero con casi 1000 habitantes, Somuncurá es un lugar virgen, bello, extenso, único y mágico.
Su llanura infinita, la monotonía del paisaje, el viento, el aislamiento y la sensación de soledad, la han convertido en un destino exótico solo para un puñado de privilegiados.
Infinita y accidentada, último reducto de la Patagonia virgen, la meseta de Somuncurá aún permanece casi inexplorada, con innumerables lugares incontaminados que permiten a sus visitantes vivir una experiencia personal en íntimo contacto con la naturaleza, alojándose en ranchos y disfrutando de los servicios de hospitalidad y gastronomía local.
En la meseta de Somuncurá no hay hoteles, ni restaurantes, ni gasolineras, ni siquiera electricidad. Solo hay un pueblo bucólico, perdido en la inmensidad, que no supera los 200 habitantes.
Sí hay gente hospitalaria, que disfruta de recibir al viajero y que le ofrece una cálida cama y un cordero patagónico para cenar.