Tocando el cielo en el Abra del Acay

Este trayecto implica una experiencia inolvidable que sorprende por algunos paisajes asombrosos, pero especialmente porque se trata de un desafío a alcanzar. Para los que disfrutamos los caminos de montañas es el viaje más increíble y estimulante.

Saliendo desde San Pedro de Atacama (Chile) (también se puede salir desde Salta -Argentina), el camino sube lenta y constantemente a través de colinas áridas hacia la altura de la cordillera, pasa por iglesias solitarias, caseríos que desconocen lo que es el turismo y hermosas lagunas con algunos flamencos. 

Frente al auto se alza la inmensa cordillera, que adquiere en esta latitud tonos rojizos, atravesamos algunas lagunas altiplánicas esmeraldas y turquesas salpicadas por flamencos rosados. Sobre las mismas el reflejo al fondo de volcanes nevados y cerros redondeados, le dan al paisaje un aspecto maravilloso, poco mas allá, el límite entre Argentina y Chile. 

El polvoriento camino discurre en las alturas la Puna. El paisaje se ve salpicado ocasionalmente por algunas áreas de pastos que inexplicablemente crecen en la arena y se aferran a la vida en una meseta desértica, rodeada por las costillas expuestas de montañas ocres y desnudas. 

La gente local, con su sonrisa tímida y su mirada esquiva,  ofrece una gran hospitalidad, una amiga de tantos viajes, en un pequeño caserío a 4.000 mts de altura, siempre nos espera en su casa con una enorme fuente de empanadas caseras recién horneadas, mientras comemos nos cuenta sobre sus hijos y su forma de vida.

A medida que avanzamos el entorno se vuelve más deslumbrante, pasa el interminable paisaje blanco de las Salinas del Rincón e innumerables cerros de tonos pastel, detrás de los cuales se alzan las altas cumbres nevadas; de tanto en tanto algunas tropillas de llamas, vicuñas y guanacos se van convirtiendo en una presencia habitual en el camino.

Luego de devorar kilómetros a lo largo del día, con innumerables paradas, probablemente ya sea el crepúsculo en la Puna, y a casi 3800 metros sobre el nivel del mar, todo lo que uno ansia es una buena ducha y un buen colchón, requisitos que ofrece San Antonio de los cobres, un pueblo minero en una encrucijada de caminos.

En el impresionante paso de montaña del abra del Acay, luego de un zigzag interminable de curvas y contracurvas, llegaremos hasta el punto más alto del viaje, a 5.000 metros!!  Te lo imaginas? 

El abra del Acay es uno de los pasos de montaña más altos del mundo, un hito de los caminos de altura, te da vértigo y te seduce y te inspira. El camino sigue el trazado del antiguo camino Inca, el mismo que recorrió en su expedición el conquistador Diego de Almagro, faldeando las laderas del Nevado de Acay (6.000 m de altura), otra montaña sagrada para los lugareños, con fuerte evidencia de presencia humana precolombina tanto en su cima como en los alrededores.

En mi caso personal, al alcanzar el abra del Acay, ni el furioso viento helado me impidió saborear la emoción de haber cumplido el sueño de lograrlo. 

A partir de aquí, el otro lado del cerro te recibe con un fuerte descenso de ripio a través de cañones, gargantas y barrancos profundos hacia el profundo valle rojo del rio Calchaquí. 

Es increíble ver, a poco de empezar el descenso, algunos lugares casi mágicos donde nacen los primeros cursos de agua, al principio solo un hilito de agua que luego será la naciente del río Calchaquí. 

Finalmente dejando atrás la Puna, pasaremos de las frías y áridas montañas de la cordillera a un valle generoso, campos de cultivos verdes regados por las aguas de deshielo que bajan de los picos superiores y cerros rojizos. 

La temperatura aumenta progresivamente y el paisaje accidentado y estéril empieza a salpicarse de cactus gigantes, el color de la tierra empieza a tornarse rojizo y finalmente en el pueblo de La Poma, rodeado de quebradas sinuosas y serranías erizadas de cardones, se empiezan a ver los primeros viñedos y sembradíos en la más absoluta belleza del Valle Calchaquí.