Conocimos la región Andina del Cono Sur por primera vez hace más de 35 años y nunca olvidamos esa primera experiencia, hemos regresado no menos de 20 veces, pero cada nueva vez que llagamos a esta vasta y extrema región, que se extiende a ambos lados del noroeste de Argentina, el sureste Bolivia y el norte de Chile, las sensaciones son siempre intensas y siempre distintas: fascinación, asombro, emoción, sorpresa, vértigo, admiración, alegría, libertad, placer, etc.
Pese al tiempo transcurrido casi todo se conserva como entonces, salvo en un puñado de ciudades y algunas rutas principales que fueron asfaltadas, pero el Mundo Andino es tan complejo y tan extenso que en cada viaje descubrimos atractivos que nos sorprenden. Puede ser un camino que desconocíamos, una aldea, casas de adobe y capillas centenarias que nos habían pasado desapercibidas, restos arqueológicos y por supuesto los cielos y los matices de la tierra y las montañas siempre son distintos. Y en cada viaje por estas carreteras rusticas, nos hacemos de nuevos amigos.
Esta región muestra gran parte de la prehistoria y la historia preincaica. El imperio Inca conquistó posteriormente las etnias y pueblos de la región de manera eficiente e implacable, estableciendo fortalezas y transportando a sus nuevos dominios su religión, su idioma, sus costumbres y su legislación. Finalmente llegaron de los españoles, quienes, luego de los 8 siglos de influencia árabe, pretendieron reafirmar su identidad católica e impusieron de manera brutal y con crueldad inusitada, su lengua, su religión y su forma de ver el mundo en toda América Latina.
Las secuelas de estos dramáticos enfrentamientos entre mundos tan distantes, se extiende hasta nuestros días. El mundo andino conserva hoy las raíces de las culturas precolombinas que se desarrollaron en el Mundo Andino, pero el catolicismo es el elemento cultural que se repite de manera más consistente en toda la región. Este pasado es influenciado inexorablemente por la geografía extrema de esta gran meseta de 3.500 metros de altitud, algunos valles interandinos, desiertos y oasis que se prolonga más allá de la Argentina a través de Chile y Bolivia.
Fueron justamente estas culturas, las que hicieron de esta zona el centro neurálgico del Cono Sur prehispánico, que luego, durante la colonización, se trasladó al puerto de Buenos Aires, lugar en donde tuvo origen la gesta emancipadora de la región.
Aquí los caminos están trazados sobre las mismas vías naturales que transitaron los primeros humanos que llegaron al extremo Sur de América, los mismos caminos ancestrales que luego emplearon los pueblos originarios, más tarde los incas, los conquistadores españoles y los ejércitos de la liberación. Todo este halo de historia se percibe permanentemente en cualquier rincón en toda la región andina.
Si hay algo que siempre nos llama la atención al llegar a este mundo andino, es la variedad de formas y de tonos, los colores de la tierra, sus caminos polvorientos, sus desiertos, valles y montañas; sus amaneceres, sus puestas de sol, la pureza ambiental, sus impactantes silencios y la bonhomía de su gente.
Los habitantes de Los Andes son gente silenciosa y tímida, poco dada a los excesos; sin embargo, durante las típicas festividades en la región, sacan a relucir sus mejores galas, echan mano a sus ancestrales tradiciones y a sus instrumentos autóctonos durante varias noches consecutivas de música, danzas y procesiones de fuerte tradición folklórica y singular colorido. Siempre que estas circulando por estos caminos, quizás detrás de un cerro o una quebrada, en un recodo del camino te encuentras con un pequeño pueblo celebrando una fiesta tradicional.
La dificultad de acceso a esta geografía extrema ha permitido que las comunidades permanezcan aisladas a los cambios y la modernización. En algunos lugares remotos conocimos personas mayores que solo hablan el idioma ancestral y conservan tradiciones culinarias, musicales y religiosas que prácticamente han desaparecido en las áreas urbanas. Aun así, una multitud de tradiciones son conservadas con orgullo por todos los habitantes del Mundo Andino. Cantan y bailan al ritmo de sus instrumentos folklóricos: charangos, quenas, cajas y bombos. Tejen lana de vicuñas, ovejas y llamas, confeccionando mantas, ponchos y otras prendas artesanales.
En ocasiones hablan las lenguas indígenas que representan su pasado ancestral. La lengua común en toda la región es, mayormente, el español; sin embargo, en toda la región se conservan sus lenguas amerindias, el idioma de sus antepasados.
Aquí verás pequeñas propiedades donde los agricultores producen en un nivel de subsistencia, se ganan la vida en sus granjas con técnicas de cultivo ancestrales. Viven en casas de adobe, muchos desconocen lo que es la Internet y los mineros aun trabajan en túneles o minas primitivas.
La mentalidad del hombre andino es esencialmente y en cada uno de sus actos singularmente religiosa. El andino está habituado a pedir permiso a la Pachamama, la madre tierra, para realizar cualquier acto: construir una casa, hacer un viaje, arriar sus llamas o cultivar un terreno; pero a la vez profesan una particular fe cristiana. Los ritos católicos prevalecen, aunque mezclados con otros de origen precolombino orientados a la Pachamama.
Este es un destino para viajes épicos por carretera. Te proponemos viajar con nosotros por estos caminos poco transitados y disfrutar de emocionantes aventuras por la atractiva geografía que este destino tiene para ofrecer. Haremos que tu experiencia de viaje sea única y personalizada. Podrás tener una intensa experiencia cultural, entrar en contacto con culturas de herencia milenaria, disfrutar de un recorrido geográfico e histórico sin igual, respirar en vastos espacios naturales indomables, mezclarte con los lugareños y experimentar sus costumbres y tradiciones. Te sentirás privilegiado al ser bienvenido en su estilo de vida tradicional.
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